Me gusta un ser humano
Hace poco más de 5 años estaba pasando por una crisis interna muy grande. Mi crisis mental estaba llegando a condición física. Dolores de cabeza eran parte del pan de cada día y la opresión en el pecho una compañera habitual. Había guardado en secreto una parte muy grande de mí y ya era hora de decirlo.
He aquí el articulo que escribí para Huella Libre en Diciembre del 2011 (en ese entonces lo publiqué bajo un pseudónimo).
Me gusta un ser humano
Articulo original Diciembre 2011.
Toda mi vida estuve involucrada activamente en el Cristianismo. Desde pequeña asistí a reuniones, apoyé en actividades, organicé, enseñé y hasta lideré grupos. No lo niego, al principio más que todo por tradición y costumbre, pero al cabo de los años, a medida que iba creciendo y madurando, nació un verdadero amor y pasión por ese Ser que me creó y que me ama. Quería aprender, quería crecer en conocimientos y sobre todo llevar una vida que le agradara. Pero había un problema, algo que no encajaba y no entendía, dentro de mí había algo que la gente y mi propia conciencia me decían que no le gustaba a mi Dios, que más bien lo detestaba y que tenía que cambiar: sospechaba que era gay.
Creo que es necesario explicar un poco la magnitud de tan disonantes características. Sospechar o ser gay y al mismo tiempo proclamarse Cristiana practicante, conlleva a una lucha interna muy fuerte, ¿por qué?, sólo les menciono cómo el Antiguo Testamento habla muy marcadamente sobre lo que había que hacer con las personas que practicaban la homosexualidad: “Apedrearlas hasta morir” (Levítico 20:13: Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos.) Obviamente es una ley judía y los círculos Cristianos no apedrean a los homosexuales, pero simbólicamente la idea siempre está allí.
Entonces, no es necesario entrar en mucha profundidad para comprender los efectos negativos de dichas palabras en la mente de alguien que por muchos años se le inculcó el pensamiento -que no estamos en el mundo para ser feliz, sino para hacer lo correcto-. Ese mismo argumento fue lo que me hizo soportar innumerables noches que lloré pidiéndole a Dios que quitara mis gustos y deseos, tampoco se pueden contar los días que pasé enojada con Dios por cómo mis oraciones, luchas y propios límites no hacían ninguna diferencia. Como escuchaba a las personas en círculos Cristianos decir que jamás se juntarían con un homosexual, que les daría vergüenza y hasta asco. Otros más compasivos decían que les daban tristeza, que quisieran ayudarlos y “mostrarles la verdad”.
Como dije anteriormente, yo sospechaba de mi situación, pero mi duda sobre mi orientación sexual nunca fue una verdadera lucha hasta que pasó lo inevitable, me enamoré. No es necesario entrar en detalles, pero fue un amor bastante real e intenso. Ella también siendo cristiana, entendía mi propio sufrimiento y confusión, las dos nos preguntábamos porqué nosotras, porqué Dios hizo que nos conociéramos si todo lo que sentíamos no le agradaba, porqué nosotras teníamos que luchar con algo tan pesado y no con la mentira, el orgullo o el alcoholismo como otras personas, las dos éramos el paño de lágrimas la una de la otra y siempre nos prometíamos “vencer ese pecado” y continuar siendo solamente amigas, pero no pasaban ni semanas para creer que era imposible lograr esa meta, así que decidimos dejar de luchar y mantener nuestra relación en secreto. Fui muy feliz, pero la dinámica era poco saludable y al tiempo la relación se desmoronó, me dolió como nunca nada me había dolido pero ella decidió alejarse para poder, ya de una vez por todas, “arreglar su relación con Dios y alejarse del pecado”. Yo no sabía qué hacer.
Mi primera reacción fue otra vez enojarme con Dios y reprocharle por qué tenía que elegir entre él, a quien de verdad amaba y mi propia felicidad, y no sólo eso, sino también mi salud mental. Hubo un periodo en que yo no quería saber de Dios, ni de la iglesia, ni de nadie que lo representara, pero él fue una gran parte de mi vida y volví a pensar que quizás el problema era yo, decidí hacer a un lado mis dudas, empecé a leer más la Biblia, asistí aún más a la iglesia y entre otras cosas, en síntesis, me acerqué más a Dios. Por un tiempo funcionó al tener mi tiempo y mente ocupada, pero como todo ciclo destructivo que ya llevaba años teniendo, no podía callar por mucho tiempo mis deseos.
Y hasta ese momento entendí, soy lesbiana y no tengo porqué buscar o idear cómo dejar de serlo. La vida no es para elegir entre hacer lo correcto y ser feliz. Si sos feliz y no estás dañando a terceros, estás haciendo lo correcto. No tengo menor valor como persona por preferir tener una relación romántica o sexual con alguien de mi mismo sexo, podré tener muchos defectos como ser insegura, testaruda y muchas cosas más, pero por fin comprendí que ser gay no es, ni nunca fue un desperfecto, no estoy “averiada”.
También comprendí que Jesús fue el mayor ejemplo de amor, y que más bien él estuvo en contra de los legalistas, de los religiosos y de las personas que siguen a otros sin saber lo que están haciendo sino por mera tradición. Y mi más grande alivio fue saber que nunca tuve ni voy a tener que elegir entre él y ser yo misma, sé que me sigue amando así como lo amo y él siempre va a estar ahí para mí. Leo los evangelios y me pongo a pensar, qué hubiera hecho Jesús si me lo hubiera presentado en persona, estoy segura que hubiera dicho que me ama. Toda su Palabra está impregnada de la palabra amor.
No me malinterpreten, este artículo no es para hablar específicamente de Cristianos, hablé en su mayoría sobre este grupo de personas porque es la experiencia que me tocó vivir, pero allá afuera sobra gente que no cree en Dios e igual tratan como basura a los gays, personas que por pura ignorancia o insensibilidad se atreven a afirmar que es una enfermedad, piensan que tienen derecho de ofender y de creerse superior a los homosexuales. Lo que considero necesario y a los que hay que darle voz son a todas y todos los jóvenes, hombres y mujeres y hasta a los/as ancianos/as que han llevado una doble vida o una vida tortuosa, ya que en su mente ha prevalecido el pensamiento que son una “abominación”, que ellos o ellas mismas se lo buscaron, que son producto de una crianza inadecuada o que tiene esas preferencias sexuales por un abuso que tal vez no recuerden. Desconozco si en algunos casos sea así, pero para la gran mayoría de homosexuales y lesbianas, no, no fuimos abusados/as y tampoco nos lo buscamos (hubieran menos suicidios si esto fuera así). Me parece absurdo como se le insta a una persona gay a buscar ¨su raíz¨, como que un programa de televisión, música, amistades o circunstancias en la vida podrían definir tu orientación sexual.
Todos los seres humanos tenemos el mismo valor, todos y todas somos iguales y tenemos los mismos derechos y responsabilidades. Si tenés un/a conocido/a, amigo/a o familiar que es gay, eso no debería de cambiar tu opinión respecto a esa persona. Si todos fuésemos tolerantes y menos destructivos Nicaragua e inclusive el mundo entero, sería un lugar mejor.