Dejo la cruz aunque la ame
Hace exactamente veinticuatro horas no podía parar de llorar. Ahí estaba yo, una mujer de veinticinco años aferrándose a su mochila para sentir así un poco de protección ante la humillación que acababa de pasar. A más de veinte kilómetros de Managua, en la oscuridad de la noche, sentada en una banca, estoy escuchando los bien-intencionados-pero-poco-efectivos esfuerzos de una misionera cristiana por consolarme. ¿Qué te pasa? – pregunta – dudo pero le respondo honestamente:” Soy lesbiana y me cuestionaron el porqué de mi presencia en este retiro”. Su actitud cambia, la “corrección” empieza.
Cuarenta y ocho horas atrás, estoy intentando conversar con Jesús; sí, cualquier cristiano/a con un poco de conocimiento bíblico superior a la media sabe que Jesús es el mediador ante Dios Padre, este último es el que responde oraciones no el Hijo pero yo, yo prefiero hablar con Jesús directamente. Al fin y al cabo, Jesús es la imagen visible del Dios invisible. Jesús es amigo, Jesús es un rebelde, Jesús me entiende – me digo – Jesús, ¿debería de ir? Extraño al cuerpo de Cristo. Extraño congregarme.
Hace diez meses volví al país, hace diez meses que no me congrego en una iglesia porque no me he sentido segura y confiada en el amor de “los hermanos en Cristo”. Esta Navidad, la sed por estar rodeada de personas que creen lo mismo y aman al mismo Dios fue insoportable, así que consideré ir a un retiro. He ahí mi oración del párrafo anterior, y estuve segura que la respuesta de Dios fue : andá.
¿Se cumplió lo que Dios quería que viviera ahí? No sé.
Hace veinticinco horas en ese retiro, el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo, su novia… sus hijos terminaron de destruir mi corazón y esperanza.
Una simple pregunta después del primer estudio fue la estocada final:
– Corto y conciso, ¿Cuál es tu propósito de estar aquí? ¿Qué estás buscando? ¿Cuál es el punto que hayás venido?
– No entiendo la pregunta. Vine a escuchar la Palabra de Dios.
– Es que te pregunto porque leí tu blog (este que vos estás leyendo por cierto) y no entiendo por qué viniste.
Si Dios tenía algo preparado para mí en ese retiro, no lo alcancé a escuchar. Después de hablar quince minutos con ese hombre, de defender mi transparencia, motivación, fe y relación con Dios “a pesar” de mi sexualidad, decidí irme. ¿Cómo puedo estar en un lugar donde soy la única cuestionada? ¿Cómo puedo escuchar la Palabra de Dios de boca un hombre cuya opinión y “curiosidad” personal era más importante que dejarme escuchar los estudios sin juzgar mis intenciones y dejar a Dios actuar en mí? ¿Cuál era SU propósito? ¿Qué ganaba? ¿Se dio cuenta que fue un estorbo entre Dios y yo? ¿Se dio cuenta que media hora atrás había dicho que Dios había llevado a los pocos que asistieron y que Dios los quería ahí? No. Eso no aplicaba en mí. Ahí la pecadora era yo.
Recorrí llorando el trayecto hacia donde estaban mis pertenencias. La vergüenza crecía por mi incapacidad de contener las lágrimas. No me iba a quedar para demostrarle nada a nadie. Dios sabía mi motivación, Dios sabía mi intención y definitivamente ese no era el ambiente en el que yo me iba a acercar a Él.
Después de escuchar por veinte minutos a una misionera explicarme por qué Dios no me usaba y por qué la homosexualidad es pecado, las lágrimas cesaron. ¿De verdad creen que uno jamás ha escuchado esos argumentos? He oído y leído decenas de veces lo mismo que hasta sonrío; siempre son dichos de la misma manera cuál obra de teatro estudiantil. Le agradecí su buena intención, y su amor hacia mí “y no mi pecado” pero le reafirmé que me iba.
Y me fui. Me fui del retiro pero también dejé mi esperanza por acercarme a una congregación, a una iglesia, a una organización; en fin, a un grupo de humanos que se llaman cristianos porque se supone siguen a Cristo. Dejo todo porque ya no me interesa defender mi posición ante ellos porque no quiero estar rodeada de personas que hacen lo que me hicieron y a otros amigos/conocidos que han tenido la misma lucha que yo. No quiero nada que ver con el cristianismo por más que amo a Cristo.
La única razón por la que comparto esto no es venganza o desahogo. Es porque es hora de hablar del tema y es hora de darle una cara a algo que está sucediendo alrededor del mundo. Lo escribo porque digo YA BASTA. No soy la única, somos cientos, miles, y puede que millones. YA BASTA con esta tortura psicológica y espiritual.
Cristianos, edúquense en este tema. Que pésima manera tiene el cristianismo de tratar la homosexualidad. Qué ignorantes son al abordar a una persona de carne y hueso, con sentimientos, emociones y espíritu. Qué irresponsables son en hablar con alguien que es imagen de Dios así como lo son ustedes. ¿Son tan miopes que sólo ven una orientación sexual? ¿tanta amenaza somos? Por más que lo ignorés, tenés un familiar, amigo o conocido gay/lesbiana/bi y es tu responsabilidad ante Dios cómo respondés a eso. ¿Vas a hacerlo con amor genuino o ensayado? ¿Vas a decirle que lo amás a él/ella no a su pecado? – frase que dicho de paso no está en la Biblia. ¿Vas a decirle que todos los pecados son iguales y que su homosexualidad es igual que mentir? NO necesitamos eso. Necesitamos tu amor, tu amistad, tu compañerismo ya sea lo entendás o no. NO sos Dios. Dios no te eligió y te dio la responsabilidad de cambiar a nadie.
Hace cuarenta y ocho horas sólo quería escuchar la Palabra de Dios. Pero alguien decidió que mi opinión sobre la homosexualidad y mi misma orientación era más importante que eso. ¿Qué habría hecho Jesús? Eso es lo único que me pregunto. El Jesús criticado en Mateo 9 por juntarse con los marginados de la sociedad. El Jesús que dijo que Dios quiere compasión y no sacrificios. ¿Qué vas a hacer vos al respecto?