Día 4 - El Jesús de la Liberación

Vamos a la milpa a la milpa del Señor

Jesucristo invita a su cosecha de amor

brillan los maizales a luz del sol

vamos a la milpa de la comunión.

La comunión no es un rito intrascendente y banal.

Es compromiso y vivencia, toma de conciencia de la cristiandad.

Es comulgar con la lucha de la colectividad.

Es decir yo soy cristiano y conmigo hermano vos podés contar.



Vamos a la Milpa - Misa Campesina Nicaragüense - Carlos Mejía Godoy



Quien me hizo darme cuenta que quería servir a Dios fue una mujer transgénero que vendía dulces en un secundario donde yo estaba con un grupo “evangelizando”.  Les comparto el contexto, tenía 19 años y estaba en una gira teatral con jóvenes de varias iglesias bautistas que trabajaban con el mismo ministerio juvenil; íbamos de ciudad en ciudad haciendo esta puesta en escena (que combinaba estereotipos, poca información científica sobre el VIH-SIDA, el cielo y mucha gente vestida de negro) en colegios e iglesias. Este era un colegio como muchos a los que habíamos ido ese día: lleno de adolescentes que se alegraban por este tipo de actividades porque por lo menos no recibían clases por una hora; lo que tenía de diferente es que no había muro y la gente que transitaba por la calle podría entrar sin problema al recinto. Y así lo hizo esta mujer.

Puedo imaginar que la gran cantidad de personas reunidas viendo un espectáculo fue la oportunidad perfecta que vio para vender toda su mercancía de ese día. Y hasta el día de hoy agradezco no haber actuado ese día y poder haber notado su presencia desde el primer momento. Pude observar cómo entró con su canasto de caña sobre su cabeza, lleno de dulces tradicionales nicaragüenses llamados cajetas. Era delgada, vistiendo una falda desgastada y una camisa hasta el ombligo en un cuerpo que la sociedad categorizaría de “claramente masculino”. Miré su cara de curiosidad, y cómo muy pronto olvidó su venta del día, puso su canasto en el suelo y se sentó en una esquina, alejada de todos y todas. Terminó la obra y empezó el tiempo de evangelismo,  cada líder se reunía con un grupo de adolescentes y les contaba del sacrificio de Jesús. Ella seguía sentada viendo los pequeños grupos que se formaban a su alrededor. Pero nadie se le acercó. Entonces mi corazón se partió, fui testigo de cómo un grupo de varones caminó hacia ella viéndola fijamente entre risas y murmullos. No pude escuchar qué le dijeron pero sólo sé que causaron que ella se levantara, tomara su canasto y empezara a caminar a la salida. Las lágrimas empezaron a correr en mis mejillas, ¿cómo es posible que cristianos tengamos esta actitud hacia una persona que merece nuestro amor? Una persona que innatamente tiene el mismo valor que cada unx de nosotrxs. Además, ¡una persona que se miraba genuinamente interesada en escuchar de Dios! Un amigo me vio llorar y notó que estaba viendo a esta mujer, se me acercó y me dijo: "Es triste lo que hace el pecado, ¿no? Por eso es que hacemos esto". Ahí mi llanto se convirtió en indignación, ¿de qué estaba hablando? ¿De verdad pensó que estaba llorando porque esa persona "demostraba" algo? Hablé y le dije el porqué estaba llorando. Mi amigo no me respondió nada, caminó hacia ella, la interceptó antes que saliera y empezó a hablarle. No quedé tranquila, me di cuenta que aunque mi amigo aceptó lo que le dije y quiso hacer algo al respecto, la conversación que estaban teniendo seguramente se iba a centrar en su aspecto y cómo esto era ‘‘pecado’’, y no en el amor de Dios a través de Jesucristo.

Regresé donde nos estábamos hospedando y orando le pedí perdón a Dios por no mostrarle mi amor activamente a esa mujer y por esperar que alguien más lo hiciera. Oré por ella, por su venta del día y por su interés en conocer lo Divino. Oré para que nadie la hiciera sentir que algunxs merecen el amor de Dios y otrxs no. Terminé diciendo que yo quería hacer algo al respecto y que tal vez el ministerio era la forma de hacerlo (hoy sé que no es la única y mejor forma). En ese entonces no tenía el conocimiento y las palabras para notar la raíz de toda la opresión que esa mujer seguramente vive en su día a día. No sólo era una mujer trans, también era una mujer de clase baja y una mujer no-blanca. La marginalidad es su pan de cada día. Pero, ¿no eran los marginados y rechazados los amigos de Jesús? ¿No es a ellxs que tenemos que estar amando? Todos están invitadxs a la Milpa del Señor.


¿Le ponés condiciones a tu amor? ¿Cómo podés empezar a amar a las personas que Jesús ama?


Jesús, ayúdame a amar como vos amás a todo aquel que lo necesite hoy. Amén.